Exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco
Toda casa es un candelabro (II)
Comentario de Cristina Inogés Sanz
¿HA CUMPLIDO LAS EXPECTATIVAS ESTA EXHORTACIÓN?
Sí y no. Ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos.
La palabra ternura es citada veinte veces. Es evidente que la ternura es importante en el documento. Para muchas personas, sobre todo teólogos acostumbrados a escribir para demostrar cuánto saben pero sin tener en cuenta que no los entiende nadie, la ternura será una cursilería.
La ternura, que es la pasión en reposo, recorre transversalmente todo el texto porque también conlleva como don la capacidad de conversión. Y a eso estamos llamados, a la conversión que nos haga más flexibles ante situaciones lacerantes en las que cualquiera puede llegar a caer. A partir de aquí habría que ver ya la ternura como categoría teológica.
En este sentido sí, la Exhortación ha cumplido las expectativas porque no es rígida; ni casuística; porque señala caminos por los que transitar en busca de soluciones; porque el comentario a ICor 13, 4-7 no es nada ñoño y esa precisión que hace el Papa (porque la frase no tiene cita y no va entrecomillada, así que es de él) en la traducción del verbo amar desde el hebreo: ‘hacer el bien’, lo que amplía mucho el campo del amor; porque literalmente dice: Hace falta liberarse de la obligación de ser iguales. También ha sido curioso que el Sínodo no abordase la virginidad y el Papa lo haga.
Ha sorprendido a bastantes la naturalidad y frescura con la que habla de la sexualidad, de la pasión, del erotismo y esa especie de guiño pícaro que lanza, apoyándose en la Biblia: Algunas corrientes espirituales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero nosotros creemos que Dios ama el gozo del ser humano, que él creó todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17). Dejemos brotar la alegría ante su ternura cuando nos propone: «Hijo, trátate bien [...] No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14) [149]
Ante las perspectivas pastorales, la necesidad de formación destaca como prioridad: Junto con una pastoral específicamente orientada a las familias, se nos plantea la necesidad de «una formación más adecuada de los presbíteros, los diáconos, los religiosos y las religiosas, los catequistas y otros agentes pastorales»[233]. En las respuestas a las consultas enviadas a todo el mundo (aunque no en todas las diócesis hubo posibilidad de trabajar esas preguntas), se ha destacado que a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias. En este sentido, también puede ser útil la experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados [202] […] Los seminaristas deberían acceder a una formación interdisciplinaria más amplia sobre noviazgo y matrimonio, y no sólo en cuanto a la doctrina […]La presencia de los laicos y de las familias, en particular la presencia femenina, en la formación sacerdotal, favorece el aprecio por la variedad y complementariedad de las diversas vocaciones en la Iglesia [203].
Habrá que ver cómo se puede desarrollar, hasta donde se puede llegar y hasta donde nos dejan llegar a los laicos, porque esta Exhortación es un poco vendaval para parte del clero.
Evidentemente se han cumplido muchas expectativas, sin embargo, respecto a Acompañar, discernir e integrar la fragilidad, que es el capítulo octavo, no sé si decir que deja la pelota en el tejado de los obispos, o que se acabó la famosa frase de ‘Roma locuta, causa finita’.
Hasta no hace mucho tiempo en homilías, charlas, y en algunas cadenas de radio y Tv se escuchaba decir de forma contundente que la Iglesia no excluía a los divorciados vueltos a casar, sino que eran ellos mismos con la decisión de volverse a casar quienes se autoexcluían.
Quienes así opinaban se sentían respaldados por una jerarquía (de mayor o menos rango) que en su conjunto se manifestaba a una sola voz (bien es verdad que ‘off de record’ algún miembro de esa jerarquía de mayor o menor rango, mostraba tener un corazón de carne. Pero siempre ‘off de record’).
Desde hace un tiempo, tres años y poco más, la música suena parecida pero la letra se va modificando. En algunos casos ha habido que improvisar lecciones de canto a toda prisa y, con mucho esfuerzo, ya no se oye una sola voz, lo cual tampoco significa que estemos ante una maravillosa polifonía!!! Pero algo va cambiando.