Hoy nos gustaría compartir con vosotros, una meditación de Antonio Bravo que pertenece a la Sociedad de los sacerdotes del Prado y tiene varios libros publicados en la Editorial Sígueme, entre cuyos títulos destacan Seguir a Cristo yy Meditaciones sobre la alegría cristiana.
Damos gracias a Dios, por estos pastores que nos ayudan tanto.
RESUCITÓ
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. Nuestra fe no es vana. La esperanza no defrauda. Somos amados y el Espíritu nos da amar con el mismo amor con que Jesús nos amó hasta el extremo.
En este domingo de resurrección, me gustaría atraer vuestra atención contemplativa y meditativa sobre la «oración colecta» y la lectura de los Hechos de los Apóstoles de la Eucaristía de este día. La Pascua es el acontecimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y la acción divina transforma la vida de los creyentes. No desarrollo mi meditación, sólo comparto la intuición. Contemplemos la coherencia de la obra divina de la salvación. Me limito a ofrecer algunos textos y no dudéis en buscar otros.
La oración
Oh Dios, que en este día, vencida la muerte, nos ha abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida.
Hch 10, 37-43 El testimonio de Pedro en casa del pagano Cornelio.
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados»
1.- El protagonismo del Padre
El amor del Padre por el mundo es la fuente. «Tanto amó Dios al mundo que dio…» (Jn 3, 16). Envió a su Hijo en una carne semejante a la del pecado… (Rom 8, 3s). El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace… (Jn 5, 20). «El Padre me ama, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla» (Jn 10, 17)El Padre da testimonio del Hijo. «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Es el Padre el que nos atrae hacia su Hijo… etc. Dios Padre acompañó a su Hijo a lo largo de su caminar hasta la muerte en cruz.
El Padre vive el drama de la entrega de su Hijo amado en manos de los pecadores. ¡Es asombroso el amor! Y el Padre calla. ¡Entremos en el silencio de Dios, que es también acción y despliegue de su omnipotencia! «Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse…» Ahora resuenan mejor las palabras de la carta a los Hebreos: «Por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos» (Hb 2, 9) Todo acontece por gracia.
El designio del Padre no es otro que este:
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la graciaque en su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad:el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.(Ef 1, 3-10)
Sigamos bendiciendo al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo en la luz del Espíritu. El Padre no cesa de exaltar a su Hijo y en él nos abre el camino de la gloria, de participar como hijos en su vida, en el sábado definitivo.
2.- La resurrección como exaltación del Hijo
Me limito a citar un texto, pues en estos días santos hemos meditado cómo Jesús se entregó a la voluntad del Padre…
Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos. (Ef 1, 15-23)
3.- La acción del Espíritu Santo
Sólo unas indicaciones. El Espíritu habló por medio los profetas. Y en ellos nos hablaba ya del plan salvador de Dios y del Mesías, del Siervo, del Hijo enviado por el Padre como el Pastor bueno.
Por la acción del Espíritu, María nos dio al Salvador. Por el Espíritu, Jesús expulsaba los demonios. Por el Espíritu anunciaba el reino de Dios. En el Espíritu oraba y daba gracias por el beneplácito del Padre. Por el Espíritu Jesús se ofreció al Padre por los hombres en la cruz. Por el Espíritu los apóstoles dieron testimonio de Jesús resucitado. El Espíritu nos lleva a confesar a Jesús como el Señor. Él clama en nosotros: «Abba, Padre». El Espíritu es todo, como Cristo es todo para nosotros… y un largo etc. Sin el Espíritu no hay vida nueva, ni Iglesia, ni misión, ni nueva alianza… etc.
Y el Espíritu es el don de los tiempos definitivos. Un don que el Padre lleva a cabo mediante la Pascua del Hijo. Pero al mismo tiempo, el Espíritu obra ya en la resurrección del Hijo. Basten estos dos textos de la fe apostólica:
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. (Rom 8, 10-13)
Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu; (1P 3, 18)
Sigamos meditando en la acción del Espíritu en nosotros, pues es el don prometido para los tiempos definitivos.
4.- Algunas sugerencias
Algunas sugerencias para seguir gustando los textos de la liturgia de este tiempo pascual.
- Jesús, el Viviente, sigue tomando la iniciativa para ir al encuentro de sus discípulos, para salir a nuestro encuentro. Hoy sale también a nuestro encuentro. Mira y escucha. ¡Estemos atentos para reconocerlo!
- El encuentro con el Resucitado cambió la vida de los discípulos. Los que lo habían abandonado, lo reconocen, vuelven a la comunidad y proclaman ante el mundo y sus tribunales. Del miedo pasan a la fe. Ahora ven un honor sufrir ultrajes por su nombre.
- Confiesan a Jesús como el Señor, reconocen plenamente su divinidad y como tal la confiesan. La adoración es decisiva en la vida del discípulo.
- Animados por el Espíritu, los discípulos vuelven a releer la vida, palabras, acción de Jesús por los caminos de Galilea y Judea. Releen el Antiguo Testamento y a la luz de la Pascua descubren su novedad
- Y, una vez recibido el Espíritu, salen por los caminos en misión, para dar testimonio del reino de Dios y lo tocante a Jesús, el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios. Es la misión.
- Y todos vivían en el amor y el servicio mutuo, siendo un signo para el mundo.
Sigamos orando juntos para que el Espíritu Santo realice su obra en todos y cada uno de nosotros, de modo que el mundo pueda reconocer a Jesús como el Señor, tal como lo quiere el Padre. ¡Cristo ha resucitado! ¡Nuestra Pascua ha sido inmolada! ¡Que la alegría pascual inunde el corazón nuestro y de la humanidad! ¡No nos dejemos robar la esperanza!