Hay una atención a lo real, y una prudencia en su aproximación, que hacen de sus escritos un afilador de ojos. Porque, por el uso, la mirada se hace cada vez menos cortante, menos incisiva.
Y en esto nos recuerda al amigo Merton.
No es un texto apologético, defensor a ultranza del catolicismo institucional. Hay mucho respeto y rigor en sus páginas, que examinan los principios teológicos del protestantismo, con el convencimiento de que estos "solo pueden cumplirse, como verdaderos impulsos de renovación y conversión, en la Iglesia Católica".