El legado de las teólogas, poetas y místicas del siglo XIII

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El legado de las teólogas, poetas y místicas del siglo XIII

Continuamos hoy la temática ARS “Mujeres apostólicas sacerdotales”. Os proponemos acercarnos a escritoras medievales de las que tenemos mucho que aprender. El siglo XIII es heredero de un cambio considerable y profundo en la experiencia espiritual y religiosa, cambio que tiene su raíz en los siglos precedentes; pero es a partir del 1200 cuando, con un impulso explorador y de renovación, «florece» lo que B. McGinn denominó un «nuevo misticismo». Se presentan en este siglo «nuevas maneras de entender y de presentir la conciencia directa de la presencia de Dios» (1). Esta novedad se deja traslucir en la búsqueda de nuevas formas de lenguaje y representación de la conciencia mística, nuevas actitudes hacia la relación entre mundo y claustro. Surgen, asimismo, nuevas interpretaciones de la manera de vivir el evangelio, la pobreza y las formas de entender la vita apostolica. Junto con el desarrollo urbano, emergen nuevas formas de vida religiosa.

En el caso de las mujeres, las nuevas formas de vida religiosa no se limitan sólo a las monjas (2), se abren mayores oportunidades de ejercer tareas religiosas, ampliándose sus roles. Empieza a surgir en el siglo XII, y a lo largo del XIII, un movimiento espiritual femenino con nuevas formas de vida. Se ha hablado en general de las mulieres religiosae. Entre ellas encontramos a mujeres laicas, consagradas a Dios, tales como las beguinas y las beatas, las reclusas, las órdenes de penitencia y las órdenes terceras mendicantes (3). Nos encontramos ante un movimiento evangélico de regeneración o de reforma.

El gran siglo de la teología de las mujeres empieza a partir del 1200, considerado ampliamente, «más que ningún otro el siglo de la mística femenina», debido al «estallido» de sus voces (4). En este periodo la mujer empieza a ocupar un papel predominante en la tradición mística, nos encontramos ante la novedad de la escritura femenina. Esto no significa que no hayan existido previamente mujeres que nos hayan dejado un legado, entre ellas recalcamos a Hildegarda de Bingen que escribía en latín, en el siglo XII. Es sabido que los monasterios femeninos fueron importantes centros de vida espiritual e intelectual. Una de las motivaciones principales de esta temática responde al deseo de que las voces de estas mujeres sean escuchadas, valoradas y estudiadas. En este contexto junto a la teología latina, monástica y escolástica emerge lo que se ha llamado “teología vernacular” (Bernard McGinn) o “teología en lengua materna” (Luisa Muraro), en la que la mujer ocupó un lugar preponderante. El desplazamiento hacia las lenguas vernáculas o maternas ha contribuido a la innovación y a la creatividad en los modos de representación de la experiencia mística.

Os proponemos acercarnos, hoy, a las beguinas, que constituyeron una forma de vida original y que aportó novedad en sus inicios. Estas mujeres integraban la vida activa, el trabajo manual, la atención a los pobres y enfermos en medio de las ciudades. En algunos casos prestaban servicios funerarios. Lo antes mencionado era acompañado “por una profunda experiencia contemplativa de oración, lectura y estudio”. Surge un nuevo aire de libertad, y a su vez, un terreno favorable para la emergencia de voces de mujeres en la predicación, en la escritura, subraya Silvia Bara. Desde un punto de vista geográfico, podemos situar su desarrollo en el centro de Europa: en Brabante, en Flandres, al norte de Francia y al sur también, en ciudades alemanas, especialmente al borde del Rin, en ciudades del norte de Italia y en España (5).

Entre sus contribuciones más originales encontramos la acción apostólica, señala M. del Mar Graña. Esta es una manifestación relevante del interés que en la época se prestaba a la cura animarum. La autora subraya en primer lugar que esta dedicación, «de signo penitencial-evangélico, nació con carácter espontáneo y estrictamente laico», y en segundo lugar, que carecía de reglas y que no dependía de instituciones eclesiásticas en su origen. La dedicación «se practicó sobre todo in domibus propriis o en las casas de otros particulares, tanto de forma individual como comunitaria» (6). La mayoría de las beguinas eran célibes, no hacían votos perpetuos y se caracterizaban por su movilidad de vida. Podemos encontrar beguinas que vivían de manera independiente, otras que vivían en pequeños grupos de dos o tres mujeres o en comunidades más grandes. Muchas de ellas vivieron en grandes «beguinatos», especialmente en los Países Bajos y en el norte de Francia.

Estas mujeres nos ofrecen su escritura, primeras escritoras en lengua materna. Nos permiten descubrir en sus textos a grandes teólogas, místicas y poetas. Nos ofrecen en primera persona, una mística del amor, una mística cortés.  Os invitamos a descubrir, entre ellas, a las beguinas Hadewijch de Amberes (+1248) y Margarita Porete (+1310); a Beatriz de Nazaret, quien recibió por un tiempo la formación de las beguinas y luego fue monja cisterciense, existían lazos estrechos entre la espiritualidad beguinal y cisterciense (+ 1268); a Matilde de Magdeburgo quien fue beguina y luego monja cisterciense del convento de Helfta (+1282).

Te invitamos a descubrir la pluma femenina de las autoras, puedes consultar sus obras en nuestra página a través de los enlaces:

 

El furor de amor
hace lo fuerte débil
Y sana al enfermo,
hace cojear al firme
y cura al que está herido,
instruye al ignorante
acerca del ancho camino
En el que muchos se pierden.
Enseña todo
cuanto puede aprenderse
en la alta escuela de Amor.
En la alta escuela de Amor
se aprende el furor de amor.
(Poemas estróficos, 28, lín. 31-53)

Hadewijch de Amberes

A veces (el alma) tiene otro modo de amor,
en el que emprende la tarea de servir a Nuestro Señor de manera totalmete gratuita, sólo con amor, sin un porqué.

(Siete formas de amor)

Beatriz de Nazaret

 

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“…mi querer es mártir y mi amor martirio: vos lo habéis llevado al martirio; su imaginar ha declinado. Mi corazón imaginaba que iba a vivir siempre de amor por el deseo de mi buena voluntad. Ahora en cambio ambas cosas han acabado en mí y me han hecho salir de mi infancia. Y entonces”-dice Margarita- “apareció el País de la Libertad. (…) y mi espíritu fue envejeciendo cuando murió mi querer, acabaron mis obras y aquel mi amor que me hacia tan bonita. Pues el derramamiento del divino amor, que se mostró ante mi por luz divina, me mostró de repente en un relámpago altivo y horadador a él y a mí. Es decir: a él tan alto y a mi tan baja que no pude ya ponerme de pie ni valerme por mí misma; de ahí nació lo mejor de mí”

caps. 131-132

"Esta alma- dice Amor- nada en el mar de la Alegría, que es el mar de las delicias que escapan y fluyen de la Divinidad; y no siente alegría alguna, pues ella misma es alegría y nada y flota en la alegría sin sentirla, porque habita en la Alegría y la Alegría habita en ella, ella misma es alegría en virtud de Alegría que la ha transformado en sí misma". 

cap. 28

Margarita Porete, El Espejo de las almas simples

                                              

Libro

Matilde de Magdeburgo

"Entonces Dios se reveló a mi triste alma sin demora
Mientras sostenía el libro en su mano derecha,
Y dijo:
'Amada mía, no te aflijas tanto,
Porque nadie puede quemar la verdad.
Quien quiera quitármelo de la mano
Tendrá que ser más fuerte que yo.
Este libro es trino
Y me designa a mí solo.
El pergamino que lo envuelve
Designa a mi humanidad pura, blanca y justa
Que por ti sufrió la muerte.
Las palabras significan mi maravillosa divinidad.
Fluyen incesantes
En tu alma desde mi divina boca.
El sonido de las palabras designa a mi espíritu viviente
Y con él culmina la justa verdad.
Mira cómo todas estas palabras
Anuncian gloriosamente mi misterio
Y no encuentres dudas en ti misma'"

Matilde de Magdeburgo

La luz que fluye de la Divinidad, Libro II, XXVI,7-17

¡Esperamos que disfrutéis de la lectura! 

Águeda Nougués (Lic. en Teología Espiritual) 

Librería ARS Carmelitana

Referencias:  
(1)   Cf. Bernard McGinn, The presence of God: A History of Western Christian Mysticism. Vol. 3, The Flowering of Mysticism (New York: Crossroad, 1998),12.
(2)   Cabe destacar que «la mayoría de órdenes religiosas femeninas incluían la clausura. En 1298, el papa Bonifacio VIII decretó, en su bula Periculoso, una clausura perpetua para las monjas de todas las órdenes, presentes y futuras» en Silvia Bara Bancel, “Las Beguinas y su ‘Regla de los Auténticos Amantes’ (Règle des Fins Amans)”, en Mujeres, mística y política. La experiencia de Dios que implica y complica, ed. Silvia Bara Bancel (Estella: Verbo Divino, 2016), 51-91; 51.
(3)   Véase,  María del Mar Graña Cid, «Vivir la vida celestial: caridad y acción social en beguinas y beatas (siglo XIII-XV)», Estudios Eclesiásticos 93, nº. 366 (Julio-septiembre 2018): 511-550.
(4)   Cf. McGinn, The Flowering,15; Victoria Cirlot y Blanca Garí, La mirada interior: escritoras místicas y visionarias en la Edad Media (Barcelona: Martínez Roca, 1999), 14.
(5)   Cf. Bara, 51.
(6)   Cf. Graña, 513-514.